Mi experimento para sanar mi relación con las redes sociales
Estoy en una misión por retomar el control de mi sistema de estímulo/respuesta.
Hay una ambivalencia constante en mi sentimiento hacia las redes sociales.
Por un lado, han sido el elemento central de mi carrera profesional, mi crecimiento como persona y, finalmente, el desarrollo social del mundo en los últimos años.
Por otro lado, se han convertido en el enemigo número uno de la seguridad en mí mismo, mi ejercicio creativo y mi concentración.
No puedo ser la única persona que se sienta así. Sé que no soy la única persona que se siente así.
Esta relación amor/odio lleva meses, quizá años, rondándome la cabeza, por eso se ha convertido en un tema de conversación recurrente para mí en los últimos tiempos.
Siempre he sido una persona observadora y curiosa con las formas en las que diferentes personas usan, entienden e interactúan con el internet.
Solo ahora me doy cuenta de que es esa misma curiosidad la que me llevó a recorrer el camino profesional que he recorrido, desde la elección de mi carrera hasta la constante profundización en todo lo relacionado con el mundo digital.
Estoy escribiendo esto después de haber tenido una de las semanas más productivas y creativas de mi vida en mucho tiempo, como resultado de un experimento que voy a intentar explicar aquí.
También voy a compartir algunas reflexiones a las que inevitablemente llegué, en parte por el experimento, en parte por la sensación de libertad para pensar que sentí esta semana al hacerlo.
De alguna manera, siento que son reflexiones más ligadas a mi sensibilidad, que en definitiva estuvo más presente durante estos días.
También advierto que esto no va a ser un texto corto. De nuevo, el formato corresponde a un hallazgo importante de mi propia reflexión y a la necesidad por crear algo que no dure los ínfimos cinco segundos que podemos mantenernos concentrados.
Habiendo aclarado eso, puedo volver a la historia que me trajo aquí.
Llevo meses haciéndome la misma pregunta por las redes sociales, tratando de entender la paradoja de querer usarlas como un vehículo para mis ganas de crear y encontrarme con la frustrante sensación de que estaba más absorbido por ellas.
Me encontré muchas veces con la frustración de querer crear y, en cambio, estar demasiado concentrado en las reglas, hacks, atajos y tips de cómo hacerlo para satisfacer las necesidades del algoritmo. O peor aún, perdiendo por completo las ganas de hacerlo, por la irremediable comparación que hacía con las personas que veía constantemente, y a las que no me quería parecer, o simplemente se me hacían un referente demasiado lejano.
Ambas frustraciones me llevaban al mismo resultado: Terminar scrolleando infinitamente, en busca de una respuesta en un entorno que solo maximiza el sentimiento de frustración, y lo disfraza con una falsa idea de “logro”.
Solo mientras escribo esto, mi celular ha vibrado tres veces, mi reloj una, y he tenido la tentación de cambiar de pestaña más veces de las que puedo contar.
Cada vez que recibo una notificación, siento un impulso animal por querer mirarla, aun cuando tengo la certeza absoluta de que nada importante está pasando allá, y de que sin duda es más importante lo que estoy haciendo aquí y ahora.
No deja de sorprenderme el darme cuenta de que tengo que hacer un ejercicio consciente para frenar un impulso que no controlo del todo.
Coincide de manera casi macabra con la definición de una adicción que es “un compartimiento que da placer inmediato mientras genera un impacto negativo en el largo plazo y que no puede ser detenido de manera voluntaria o sencilla”.
¿Qué tanto define la frase anterior tu relación con tu celular?
Yo sé que describe muy bien la mía…
Habrá quien me llame fatalista y venga a decir todas las cosas buenas que tienen las redes sociales, e incluso quien comparta una historia de cómo le cambiaron la vida, de cómo ha podido cumplir sus sueños gracias a ellas.
Tendrá toda la razón.
Las redes sociales cambiaron completamente el mundo por muchas razones, pero hay dos que son particularmente interesantes para mí, y que considero las que más impacto tienen.
La primera es la posibilidad de una comunicación multidireccional entre diferentes actores.
Esto rompió por completo la estructura jerárquica de la comunicación y borró de un solo pasón la línea que separaba a los creadores de los consumidores. También abrió el mundo de una manera nunca antes vista, y nos permitió globalizar nuestra visión.
La segunda tiene mucho que ver con esa posibilidad de una visión global y es la democratización del conocimiento y la información.
Darle el poder a las personas de convertirse en creadoras nos dio acceso a una multiplicidad de perspectivas y conocimiento infinito, con una barrera de entrada muy baja y cada vez menos fricción.
Todo eso es muy bueno, pero el feedback de este canal es desproporcionado, y nos afecta en todas las dimensiones de nuestra vida en maneras que todavía no terminamos de entender.
El feedback loop de las redes sociales se ha vuelto tan inmediato y asimétrico que simplemente nos cambia, por no decir que nos adoctrina.
Después de una simple observación de mis acciones y pensamientos después de restringirme un día, o incluso unas horas, al uso de redes sociales o internet, puedo fácilmente identificar señales de afectación a nivel físico, mental y emocional.
Un solo día de intencionalmente restringir el acceso a pantallas nos cambia químicamente (a nivel hormonal). Así de poderoso es este asunto.
Esta es una muy larga introducción a un experimento relativamente simple en el que llevo unas semanas trabajando de manera sistemática y con la intención de crear para mí mismo nuevas reglas y formas de habitar las redes sociales, con la pura intención de tener una relación más sana y productiva con mi propia creatividad.
Hago énfasis en la palabra creatividad porque es para mí una nueva forma de medir la calidad de mis outputs (resultados), como una contraposición a la idea de productividad que llevaba muchos años gobernando mi vida.
No me mido por lo que produzco, sino por lo que creo. Es una diferencia sutíl pero estructural, aunque esa es una discusión para otro día.
El experimento se basa entonces en dos premisas fundamentales que van de la mano con las reflexiones que ya hice aquí antes.
Véase: Si reconozco el poder de las redes sociales como vehículo para mi impulso de crear y compartir, ¿cómo gestiono de mejor manera la adicción que me genera el feedback loop de información que recibo?
Decidí empezar el experimento con fragmentos controlados del día en los que no tenía acceso a pantallas, especialmente en las mañanas y noches, cuando mi trabajo me permitía desconectarme del todo.
Luego fueron fines de semana completos.
Finalmente, una semana enfocada en reconectar con mi deseo de crear.
El resultado final —espero— es un manual propio para “sanar” mi relación con las redes sociales y realmente tratar de sacar de ellas lo que considero bueno, mientras trato de evitar las cosas que no me gustan.
El experimento que propongo va más o menos así:
Sanando mi relación con las redes sociales:
Como todo experimento, empecé con una hipótesis a la que llegué después de observar mi relación con el celular y las redes sociales durante varios días.
Hipótesis: Estoy usando el celular y las redes sociales para escapar de situaciones o proyectos incómodos o difíciles.
Este es un extracto de mi diario, justo del momento en el que me doy cuenta de esto y el impacto enorme que tiene en mi vida. (Parece obvio, pero me voló la cabeza).
Me doy cuenta de que cuando no quiero hacer algo o lo encuentro difícil, mi reacción inmediata es coger el celular. Es mi cerebro diciendo: "Esto es muy difícil, quiero algo fácil, necesito dopamina". Y sí, es tan malo como suena.
Luego de plantear mi hipótesis, me propuse identificar cuáles eran esos momentos particulares en los que sentía la necesidad de “escapar” de situaciones incómodas. Estas fueron algunas de las que encontré:
Voy a empezar una tarea que NO quiero hacer.
Me encuentro con un problema que me va a tomar mucho tiempo resolver.
Estoy en un espacio donde no conozco a nadie y no sé de qué hablar.
Voy en un carro o estoy esperando en una fila.
Mientras descanso entre un ejercicio y otro en el gimnasio.
El baño.
Cuando estoy con alguien y se acaba el tema de conversación.
Mientras cocino.
Estos fueron solo algunos de los momentos que identifiqué, teniendo en cuenta que hace más de un año hago un esfuerzo por no ver el celular por lo menos una hora antes de dormir y solo una hora después de despertarme. Principalmente para mejorar mi ciclo circadiano.
Además de todo esto, que ya me parece un hallazgo suficientemente interesante, me di cuenta de que hay diferentes tipos de intensidad en la forma en la que “escapo” al celular, y que casi siempre dependen de qué tan incomodo me siento, y qué tan seguro me siento de poder recuperar mi comodidad.
Aquí algunos de ejemplos de situaciones reales durante mi fase de observación:
Solo mirar el celular para ver si tengo notificaciones: Normalmente lo uso como una forma de evitar situaciones levemente incómodas, y casi como una manera de retomar el control sobre mí mismo:
Ejemplo: En una conversación me quedo sin tema, y esta es una manera de “reiniciar” mi atención.
Ir al celular y ver todas las redes sociales: Este es un impulso de validación que uso cuando me siento en situaciones de alta incomodidad. Es una forma de sentirme validado en algún lugar porque siento que no lo estoy siendo donde estoy físicamente. (Esto fue wow).
Ejemplo: Estoy en un evento de Networking donde no conozco a nadie y siento que no encuentro personas con las que conectar o no sé cómo empezar una conversación.
Scroll infinito en “busca” de inspiración: Aquí encontré una de las grandes mentiras que me digo a mí mismo y es la idea de que incluso cuando estoy tratando de evitar lo que tengo que hacer es con un propósito “productivo” o de inspiración.
Ejemplo: Me siento atascado en algo que no sé muy bien como resolver y voy a alguna red social (usualmente TikTok), con la excusa de necesitar un tiempo para pensar o simplemente buscar ideas.
Después de haber observado esto tuve conversaciones con varias personas. Lastimosamente compartimos muchas de las cosas que queremos escapar, y las formas en las que lo hacemos.
¿Te suena de algo?
Sigue leyendo.
Experimentos, pruebas y resultados
Después de hacer todo esto consciente, solo me quedaron ganas de irme a vivir a una cueva.
Pero como eso no es posible, decidí plantearme algunos retos para ver cómo podía optimizar mis hábitos de consumo de información.
Entonces empecé a plantearme experimentos en dos frentes importantes.
Disminuir al máximo la dependencia del celular para huir de situaciones incómodas.
Consumir información solo en momentos específicos, limitados y tratar de ser más consciente de mis fuentes.
Para hacer eso posible me planteé diferentes experimentos de los que tuve hallazgos importantes que voy a resumir rápidamente para pasar al resultado final, que es un protocolo para cambiar la relación con mi celular.
Experimento 1: Usar el celular solo en momentos determinados del día y con una intención específica.
Hallazgo: Funciona aunque es indispensable tener el celular lejos y sin notificaciones activas para poder mantener la concentración.
Experimento 2: Pasar todo un día sin el celular o acceso a pantallas.
Hallazgo: Difícil, muy difícil. Pero uno de mis hallazgos favoritos es la posibilidad de aburrirme y sobre todo encontrar otras cosas para hacer. ****También importante destacar que usamos el celular para demasiadas cosas: música, mapas, pedir carros, etc…
Experimento 3: Dejar el celular en la casa cuando no es realmente necesario llevarlo. EJ: Estás con familia o amigos, puedes desconectarte y es improvable que lo necesites para volver a tu casa.
Hallazgo: Creo que literalmente me habría sentido más cómodo saliendo sin ropa a la calle. Después de un rato se me olvidaba que no lo había llevado y empezaba a buscarlo como loco (señales de adicción señores).
Experimento 4: Utilizar apps que ayuden a bloquear las funcionalidades del celular para solo poder usar ciertas cosas.
Hallazgo: De mis favoritas, sobre todo muy bueno para seguir usando cosas que son funcionales y eliminar todas las distracciones innecesarias. Esta fue la app que más me gustó, aunque todos los dispositivos tienen opciones gratis para hacerlo.
Experimento 5 (para creadores): Publicar a ciertas horas del día y no volver a mirar hasta una hora determinada (normalmente al otro día o en la noche).
Hallazgo: Genera ansiedad, pero termina siendo mejor incluso para las métricas.
Estos fueron los principales, aunque todavía sigo corriendo algunos experimentos diferentes, sobre todo que me ayuden a encontrar ese balance entre poder usar las cosas que realmente necesito y evitar todo lo que no.
Finalmente, todo esto me llevo a escribir algunas reglas, mandamientos o protocolos para tener en cuenta y a los que puedo volver constantemente para asegurarme de que estoy capitalizando en lo que descubrí.
Importante: Estas son reglas que van a ir cambiando constantemente y que incluso ya han cambiado en las semanas que las he aplicado. También deben ser adaptadas a las necesidades de cada quien, su momento de vida y sus intereses particulares.
Mis nuevas reglas
No están en ningún orden particular:
Toda interacción con el celular es intencional: Mientras estoy trabajando, leyendo, cocinando o haciendo cualquier otra cosa mi celular está en modo focus (sin notificaciones), y solo lo reviso cuando intencionalmente quiero o necesito ver algo.
Las interacciones reales son más importantes: Si tengo la posibilidad de estar con alguien IRL (in real life), el celular está guardado y sin notificaciones. Nunca visible, nunca encima de la mesa, ojalá no en los bolsillos, preferiblemente en un lugar donde no lo vea ni lo sienta.
Espacios de ocio limitados: Defino horarios limitados y con alarmas para controlar cuánto tiempo consumo redes sociales por ocio. Está bien hacerlo por diversión mientras yo tenga el control.
Me permito aburrirme en los tiempos muertos: No mirar el celular en la mayoría de tiempos muertos (desplazamientos, filas, esperar a alguien), en lugar de eso poner atención a mi alrededor: Escuchar, ver, oler, tocar. Ser curioso con el mundo.
Limitar espacios de creación e interacción: Hay momentos en los que se publica y otros momentos en los que se interactúa. Defino espacios de tiempo limitados para responder comentarios, participar en conversaciones, seguir gente nueva, etc…
Fines de semana sin pantallas: Trato de encontrar actividades los fines de semana que reduzcan al máximo mi tiempo en pantallas, uso limitadísimo del celular para cuestiones operativas.
Prioridad en el aprendizaje: Hago que mi consumo de información sea 80% aprendizaje 20% entretenimiento, evito el doom scrolling y priorizo canales de formato largo y con un feedback loop más amplio, como Youtube, Blogs y Newsletters.
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Me quedo con muchos aprendizajes del experimento, pero sobre todo con muchos accionables.
No puedo decir que he sido completamente estricto con estas reglas, ni que las aplico todos los días de mi vida, porque sería una gran mentira, aunque sí trato de hacerlo la mayor cantidad de días que puedo.
Lo extraño (o no tanto), es que hay días en los que recaigo con más fuerza, en los que me cuesta más, y eso es simplemente una muestra de lo intensa y real que es mi adicción.
Decidí escribir todo esto no solo porque me parece un tema del que quizá no estamos hablando lo suficiente, y en el que podemos tomar muchas acciones pequeñas que, por experiencia, pueden hacer una gran diferencia.
Sino también porque escribirlo me ayuda a procesarlo, y sí que tengo mucho por procesar.
Hacer consciencia sobre el efecto real que tienen las redes sociales en nuestro cuerpo y mente es el principio para crear un futuro en el que la tecnología es una herramienta, en lugar de un distractor.
Cuando no estoy en el celular y mi mente deja de procesar información cada segundo, me permito aburrirme, y he encontrado en ese aburrimiento una voz muy clara de mí que por mucho tiempo me ha costado escuchar.
De alguna manera estas reglas que creé también son el resultado de mis ganas de pensar en paz, y de escuchar lo que yo mismo tengo que decir, sin que todo el tiempo esté filtrado por la visión y el ego de un mundo entero de desconocidos.
El celular es sin duda un artefacto que casi nos permite una simulación muy cercana a la teletransportación, nos puede llevar a muchos lugares interesantes, pero también nos puede absorber sin siquiera darnos cuenta.
Al final mi objetivo es tener control sobre cuándo y cómo teletransportarme, pero sobre todo, darme cuenta de que cuando me teletransporto, necesariamente me pierdo de lo que está pasando aquí…
Y cada vez quiero pederme menos de eso.
¿Y vos?